Esta semana, mientras turistas suben fotos desde terrazas de concreto nuevo y rentas en dólares, cientos de familias mexicanas se manifestaron en Ciudad de México, Oaxaca y Baja California Sur. El motivo: el mismo fenómeno que algunos llaman modernización y otros desplazamiento encubierto. La gentrificación —ese proceso que promete progreso— hoy se siente como un despojo cotidiano.
CDMX: La capital que ya no cabe en su propio corazón
En la Roma, la Condesa, Juárez y el Centro Histórico, la historia se repite:
Renta promedio de un departamento: 35 mil pesos mensuales (casi el doble que hace 5 años).
Más del 30% de los contratos se ofertan exclusivamente en dólares.
Jóvenes profesionistas, familias mayores y comerciantes de barrio ya no pueden pagar lo que siempre fue suyo.
La protesta de esta semana en la Plaza Río de Janeiro reunió a colectivos de vecinos con un reclamo común:
«No queremos convertirnos en un museo turístico que solo puedan pagar los que vienen de fuera.»
Su demanda es clara: una regulación efectiva de plataformas como Airbnb y un impuesto progresivo a los arrendamientos especulativos.
Oaxaca, Baja California Sur y Quintana Roo: La frontera del lujo
La gentrificación no es un problema exclusivo de la capital:
Oaxaca
Artesanos e indígenas denuncian que la compra de predios por extranjeros expulsa a comunidades históricas.
Este mes se documentaron deforestaciones ilegales en terrenos adquiridos por desarrolladores turísticos.
La Paz y Los Cabos
Renta promedio en zonas de playa: 50 mil pesos mensuales.
En colonias tradicionales como El Esterito, vecinos salieron a protestar porque en 5 años el costo de vida se triplicó.
Tulum y Cancún
El 33% de los alquileres se oferta en dólares.
Cada vez más predios son adquiridos por fondos de inversión extranjeros que construyen hoteles boutique y villas de lujo.
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¿Qué dicen las autoridades?
Los gobiernos locales prometen estudiar el fenómeno, pero los avances son mínimos. Mientras tanto:
Los desarrolladores inmobiliarios defienden el derecho a la inversión.
La Secretaría de Turismo celebra el auge de los “nómadas digitales”.
La Procuraduría Federal del Consumidor admite que no hay marco legal que regule estas prácticas.
Es decir: nadie asume la responsabilidad de proteger a quienes siempre vivieron allí.
¿Es inevitable?
No. La gentrificación no es una fuerza natural. Es una decisión política que ocurre cuando el Estado decide mirar a otro lado mientras los precios se disparan.
Los modelos más avanzados de ciudades europeas ya establecen:
Límites claros a la compra extranjera de propiedades en zonas sensibles.
Regulación estricta de plataformas de renta turística.
Impuestos progresivos a la especulación inmobiliaria.
Para reflexionar
Ningún barrio merece convertirse en un escaparate vacío, decorado para visitantes y hostil para quienes lo hicieron vibrante. La modernización puede ser positiva, pero no si desplaza a la gente. Porque cuando la renta vale más que la memoria, todos perdemos algo que no se recupera: el sentido de pertenencia.
Hoy, México enfrenta una pregunta incómoda: ¿Quién tiene derecho a quedarse en su propio hogar?
La respuesta debería ser simple. Pero entre dólares, desarrollos y rentas imposibles, parece que la única certeza es que si no actuamos, pronto no quedará nadie a quien preguntar.