Adriana Esthela Flores 07/09/24
El bullicio tan propio del centro de la Ciudad de México es el telón de fondo que recibe a quienes llegan al número 8 de la calle Corregidora, al costado sur de Palacio Nacional, que a lo largo del sexenio se convirtió en la puerta principal para las y los visitantes que iban a reunirse con su habitante principal, el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Por este acceso entraron gobernadoras y gobernadores, embajadores, representantes internacionales, empresarios, integrantes del Senado y la Cámara de Diputados, así como las y los funcionarios federales, que llegaban con frecuencia a las reuniones de gabinete. El lugar, además, funcionó como punto de entrevistas informales de periodistas que hacían guardia, durante horas, en espera de alguna declaración o de saber quién iba a reunirse con el presidente.
También fue, para muchos simpatizantes obradoristas, un área que les permitía acortar la brecha con el mandatario. Podían ver cuando salía a comer o jugar béisbol o bien, acercarse al personal de Ayudantía, a entregarles sus peticiones. Sandro Yamil Suárez Vázquez es una de estas personas quien, una tarde lluviosa de agosto, llegó una vez más hasta esta puerta para intentar encontrarse con el presidente:
“Eso, eso verlo no importa que lloviera, tronara o relampagueara, yo quería darle las gracias y que, si la nueva presidenta quiero que sea igual o mejor que él, la verdad. Vine a esta puerta porque siempre pregunto por esta persona porque no tengo a quien más recurrir y me da gusto ver su carrito blanco siempre que vengo”.
Fin de un sexenio
A punto del cambio de gobierno, los alrededores de la puerta 8 son una de las escenas más visibles de que se acerca el fin de la administración. Ya no hay tantos visitantes, ni tantas entrevistas banqueteras o “chacaleos”. Incluso se han reducido las ventas de los puestos cercanos, tal es el caso de María Antonia Luna, quien tiene un establecimiento a unos cuantos pasos de la puerta:
“Ya casi no viene la gente ahora que ya saben que se va él. Tiene como tres a cuatro meses para acá, así como ve ahorita, así ha estado, poca venta, poca gente. Antes tenían la intención de si lo veo salir, pero ahora ya no”.
A partir del 1 de octubre serán otros personajes y tal vez, otra dinámica alrededor de la puerta. Esto por el nuevo gobierno de la primera presidenta en la historia del país, Claudia Sheinbaum Pardo. Ella, junto a López Obrador, ha protagonizado un proceso de transición considerado inédito.
Nueva etapa
Al menos tres sellos marcan esta etapa que inició formalmente, por decreto, el 21 de agosto:
El primero: El ciclo de diez giras conjuntas por el país que el presidente saliente y la próxima mandataria iniciaron cada fin de semana, desde el 14 de junio. Su propósito era revisar obras en proceso y las que continuarán el siguiente sexenio. El paquete incluye proyectos estratégicos, entre los principales el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y el Tren Maya. También aeropuertos, obras ferroviarias y la modernización de refinerías.
El segundo: La lista de al menos 14 funcionarias y funcionarios del actual gobierno que continuarán su carrera en el próximo gabinete. López Obrador heredará a responsables en carteras sensibles, por ejemplo:
- Rosa Icela Rodríguez: Secretaría de Gobernación.
- Ariadna Montiel: Secretaría de Bienestar.
- Rogelio Ramírez de la O: Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
- Marcelo Ebrard: Secretaría de Economía.
- Juan Ramón de la Fuente: Secretaría de Relaciones Exteriores.
Y tercero: Compromisos de gobierno que continuarán la agenda del proyecto obradorista, como las investigaciones del caso Ayotzinapa, mantener la estrategia de seguridad, apoyos sociales y becas educativas, la política de austeridad republicana, la defensa de las reformas constitucionales propuestas por el actual mandatario y hasta las conferencias “mañaneras”, en Palacio Nacional.
Tanto López Obrador como Sheinbaum delinearon varios de estos puntos durante la gira conjunta que gobernantes como Evelyn Salgado, de Guerrero; Lorena Cuéllar, en Tlaxcala; Indira Vizcaíno, de Colima; David Monreal, en Zacatecas y Víctor Castro, de Baja California Sur, convirtieron en actos de despedida:
“¡Que viva la próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que viva México, larga vida para el presidente Andrés Manuel López Obrador, lo amo presidente!”, comentó la gobernadora de Tlaxcala.
“La semilla transformadora ha caído en tierra fértil y las buenas prácticas políticas y administrativas se seguirán dando porque su legado quedará en buenas manos, en manos de una extraordinaria”, señaló el gobernador de Baja California Sur.
¿Qué implica este formato de transición?
Entre las ventajas, analistas destacaron la continuidad en aquellas políticas que mostraron resultados positivos. De esta forma, ambos gobiernos evitan traspasar a la ciudadanía el pago de costos por conflictos internos. Así lo explicó Víctor Manuel Reynoso Angulo, doctor en Ciencia Social por el Colegio de México (COLMEX) y profesor en la Universidad de las Américas, en Puebla:
“Los conflictos entre la clase política no benefician a la sociedad, generan costos directos e indirectos, entonces esta ausencia de conflictos, más allá de las dos figuras visibles, si no hay conflictos, intrigas, grillas por espacios de poder. Una transición tersa tiene esa ventaja, a la sociedad no nos pasan el costo de sus pleitos”.
Para la especialista Marcela Bravo Ahuja, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) adscrita al Centro de Estudios Políticos, otra ventaja es que no se interrumpen proyectos estratégicos, lo cual, destacó, resultaría perjudicial para el país:
“Mantener una línea de política en la que cree la mayoría, lo aprobaron las urnas, no podemos desconocer este mandato que tiene de la mayoría de la población y esta mayoría fue probada una y otra vez en el 21 y en el 24 y hablar de la legitimidad que tiene el proyecto, que pretende continuar la próxima mandataria con la legitimidad que esto le arroja, pues no es despreciable, es una gran ventaja”.
Sin embargo, Reynoso Angulo advirtió que la designación de funcionarios del actual gobierno podría reducir la autonomía y el margen de maniobra de la próxima presidenta:
“Hay cosas que hay que cambiar y la presidenta y su nuevo equipo es la que debe cambiar y qué se debe continuar da la impresión de que el primer mandatario es el que da instrucciones, tú aquí no vas a tener un margen de acción muy amplio. Están cortándole las alas a un nuevo gobierno que va a necesitar autonomía para ser responsable de lo que hace”.
Bravo Ahuja reconoció que una de las mayores desventajas es que la próxima administración no sus reconozca errores. Lo anterior para evitar alguna confrontación con el gobierno antecesor y se frenen las posibilidades de innovar. A esto, se suma el riesgo de roces internos entre las y los integrantes de su gabinete:
“De alguna manera es una ensalada muy complicada para ella. Nos podemos imaginar las contradicciones, los problemas entre la gente que la está rodeando porque algunos representan más a AMLO y otros más a ella y eso le implica el desafío de la unidad que tiene que seguir su equipo. El desafío de sacar adelante un sexenio que no se puede ser una repetición de lo mismo, porque ella es la presidenta y no López Obrador”.
Ambos especialistas advirtieron sobre los desafíos de este formato de transición. Reynoso Angulo se refirió, por ejemplo, a posturas de analistas que han comparado el actual proceso de sucesión con el que se vivió en 1934, entre las presidencias de Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río:
“El gobierno de Cárdenas parecía callista, le impuso muchos funcionarios, parecía que Cárdenas no iba a tener margen para gobernar solo, que se iba a someter al jefe máximo. Lo que hizo Cárdenas que fue muy notable fue irse sacudiendo el poder de su antecesor y salen secretarios de estado, gobernadores y adquiere autonomía y capacidad de emprender un proyecto muy distinto al callismo”.
Por su parte, Bravo Ahuja descartó que el proceso tenga un carácter totalmente inédito, ya que, argumentó que otras transiciones de gobierno —como la de Enrique Peña Nieto a López Obrador y Miguel de la Madrid a Carlos Salinas de Gortari— también se dieron de manera tersa.
Inició el proceso de transición
Mientras se acerca el fin del sexenio, la agenda de transición se intensificó. El proceso será coordinado por las secretarias de Gobernación saliente y entrante, Luisa María Alcalde y Rosa Icela Rodríguez. La mandataria electa fue convocada a la conferencia mañanera y podría participar en los festejos por el Grito de Independencia, que marcará la despedida política de López Obrador.
Para muchos, se trata de un periodo de cierre y para otros, de asuntos pendientes. Es el caso de la comerciante María Elena, quien desde 2021, ha insistido en que se le pague la pensión que le corresponde tras el fallecimiento de su esposo Ricardo González Torres, que trabajó durante más de 35 años en la policía auxiliar de la capital mexicana y murió durante la pandemia.
Ella contrató abogados que dejan de responderle, acudió a oficinas gubernamentales donde no le dan seguimiento a su caso y ya entregó al personal de Palacio una carta dirigida al presidente, de quien sólo la separan unos metros pero muchos trámites de distancia:
“Yo le quería pedir de favor que si me puede ayudar con la pensión que me dejó mi esposo porque estoy sola y no tengo quien me mantenga. Ya son tres años, yo mandé los papeles dirigido a él personalmente y nunca me dieron ninguna respuesta. La verdad quisiera una respuesta del presidente a ver que me puede solucionar y si él ya no puede hacer nada, a ver si ahora que entre la doctora hay alguna una solución. No pido nada, nada más que me dé mi pensión”.
Mientras tanto, el trabajador petrolero Sandro Suárez Vázquez tratará, nuevamente, de acercarse a López Obrador como lo ha intentado desde hace cinco años y medio, ya sea en la Ciudad de México o allá en su tierra, Comalcalco, Tabasco.
Quiere agradecerle a nombre de él y otros compañeros, por haber logrado la basificación en Pemex, después de más de una década. Esta vez, trajo consigo un libro “El Código del Héroe” del almirante estadunidense William McRaven, con una dedicatoria para su paisano, el oriundo de Macuspana:
“Bueno, yo escribí unas palabras para él porque para mí, AMLO representó valentía, humildad, sacrificio, integridad, compasión, perdón. Él es realmente el ‘Código del Héroe’: perseverancia, deber, humor, perdón. AMLO debería estar en este libro, él ha hecho todo como un gran héroe no sólo para un grupo de personas sino para un país, México”.
Con información proporcionada por: https://noticias.imer.mx/
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